La vitrina es una convención del renacimiento, cuando las obras de arte empezaron a ser enmarcadas. En ese sentido, todo lo importante estaba enmarcado. En el interior de la vitrina se produce la teatralidad de la seducción, el ato que exhibe productos pero que sobre todo provocan la imaginación humana. Las primeras vitrinas se confunden con el propio surgimiento del comercio o retail como lo conocemos en los días de hoy: sea física o virtual.

Uno de los paseos más comunes de nuestra era es vitrinear, donde el paseante camina y busca información, entretenimiento, contenido de marca y felicidad. La vitrina funciona como alguien que quiere seducirte y llamar tu atención, llenando los vacíos emocionales o creando nuevas necesidades.

Pero, la vitrina, así como el teatro, debe contar una historia que conecte las emociones del consumidor con el producto, no se trata de materiales, precios y descuentos.  No se trata de la presentación de una subasta, se trata de la combinación de productos inseridos en un ámbito imaginario, metafísico del sueño.

Te puede interesar: El papel de las emociones en una estrategia de mercadeo

La vitrina no debe contar toda la historia, se equivoca el profesional de visual merchandising cuando cree que debe impregnar su arte de información; mas bien es la portada del libro, el comienzo de una música donde la audiencia queda con gana de más y entra al comercial físico o digital. Evite el desorden visual, procure un diseño acorde al storytelling de la colección y procure buscar atender las necesidades emocionales del nanonicho (segmento de interés) para el cual está enfocada la colección. 

Un error común en las vitrinas, es tapar el sueño con grandes letras de descuentos. Eso lo único que hace es poner la racionalidad sobre el deseo, como si el comprador fuera una persona que salió de su casa con una cantidad de dinero para gastar en determinado producto. Eso no es así, primero el comprador desea el producto y luego decide como lo va a pagar.

Para que la historia tenga éxito debe basarse en genuinidad y originalidad que produzca en el cliente un efecto: wow nunca lo había visto, nunca lo había vivido, ¿viste que linda aquella vitrina? Como en todo espectáculo, la realización de la historia debe tener una escenografía impecable: maniquíes, iluminación, tipografía, interacciones digitales, colores adecuados, elementos de influencia, status y claro “El Producto”. 

Con esto en mente, podemos comenzar por colocar los mejores artículos: los nuevos y normalmente costosos. Piense en ¨desear¨ sobre ¨necesitar¨ primero: si necesitan algo, lo recogerán de todos modos. También es importante rotar el inventario existente, para actualizar el producto en la mente de los clientes que regresan.

Según investigaciones antropológicas que hemos realizado un 90% de las compras se decide en el punto de venta (digital o físico) y 70% de la decisión tiene una influencia emocional: cambio de estilo de vida, autoestima: yo merezco, amor, felicidad, sensualidad, comodidad y otras emociones. Otro importante hallazgo es que al comprar moda, perfumes, cremas y otros artículos relacionados a la belleza, un 85% de las personas sienten la autoestima elevada al momento de comprar, incluso antes de usarlos.